La ciudad de la antigüedad tardía y de la Alta Edad Media (siglos IV-XI d.C.)
RECORRIDOS Y COLECCIONES
La reconstrucción de la fisonomía de las ciudades de la antigüedad tardía y de la Alta Edad Media lamentablemente quedó afectada por la falta de numerosos datos arqueológicos que se perdieron durante los trabajos relacionados a la expansión constructiva de la ciudad, que se llevaron a cabo, en su mayoría, entre los últimos veinte años del siglo XIX e inicios del XX. En ese período la investigación privilegiaba el aspecto estético de los objetos y prestaba poca atención a los fragmentos, a la matriz y a la estratificación terrosa, en especial la del período posclásico; el mismo problema se notó en años más recientes debido, a menudo, a intervenciones de emergencia y a la falta de investigaciones estructuradas y programadas a largo plazo.
La ciudad de la antigüedad tardía y de la Alta Edad Media:
urbanismo
Edificios públicos y privados
Desde mediados del siglo IV d.C. se observan cambios en la dinámica del asentamiento urbano, que empieza a asumir una ordenación nueva que permanecerá hasta la Alta Edad Media.
Los vestigios del asentamiento urbano se encontraron en especial en la zona de la acrópolis antigua y en el barrio oriental, aproximadamente conforme a los límites urbanos anteriores. La desfuncionalización de algunos sectores es evidente por la presencia de núcleos sepulcrales como el hipogeo funerario de Palazzo Delli Ponti en el casco antiguo o los enterramientos identificados en la zona forense, reveladores de la pérdida paulatina de las funciones civiles de estos lugares debido a la reforma fiscal y administrativa del Imperio.
Sin embargo, en el ámbito de los edificios públicos se llevan a cabo rehabilitaciones, remodelaciones y obras, paralelamente a un saneamiento y construcción en las zonas de afluencia en Piazza Castello y a lo largo de la vertiente norte: en particular en las Termas Pentascinensi, de las que quedó una inscripción conmemorativa de la obra. Los edificios de carácter residencial, evidencia de una élite urbana con buen nivel económico, están ubicados principalmente cerca de las zonas públicas aún activas.
Las modificaciones de mayor envergadura al ordenamiento urbano se supone se llevaran a cabo con ocasión de la reconstrucción decretada en el año 967 d.C. por el emperador bizantino Niceforo II Foca. En todo el lado norte de la acrópolis el espacio edificable se extendió con un relleno de tierra colindante el banco rocoso de toba; hubo obras en la zona de la catedral y se fortificó el lado oriental de la acrópolis, como atestiguan los restos encontrados en el Castillo aragonés; los barrios más bajos se organizaron con edificios de carácter popular, con lotes largos y estrechos; el rol de conexión entre la parte alta y la baja de la ciudad se supone lo desempeñó el eje que hoy sería la Via Cava, a lo largo de la que se identificaron numerosos ambientes hipogeos.
Pavimento musivo polícromo, siglo V d.
Infraestructuras
Lo más probable es que las principales estructuras urbanas en la antigüedad tardía y en la Alta Edad Media se colocaran sobre las huellas de las más antiguas. En la zona ocupada actualmente por la catedral románica, por ejemplo, en unas excavaciones ocasionales efectuadas en 1931 se localizó la via decumana que aún se usaba, con un nivel más elevado, en el período bizantino; se puede suponer algo similar con respecto al circuito de los muros de defensa, que se rehabilitaron con ocasión de la reconstrucción urbana del año 967 d.C.
Espacio cristiano
Resulta también bastante incierta la ubicación del espacio cristiano en el ámbito de la estructura urbana de la ciudad en la antigüedad tardía y en la Alta Edad Media. La Iglesia tarentina, como muchas otras de la región, cuenta con un origen ligado a la predicación de San Pedro, tradición de la Alta Edad Media de la que no se puede recabar ningún dato certero. La primera referencia literaria con respecto a los edificios religiosos de la ciudad consta en la carta que envió el Papa Gelasio I a los tarentinos en el año 494 d.C., en la que se les comunica que envía un obispo nuevo y las modalidades en cuanto a la administración del bautismo. Los estudios más recientes parecen refutar la interpretación anticuaria conforme a la que los restos de la basílica de Gelasio podrían encontrarse en los muros de la cripta de la basílica románica actual; las excavaciones arqueológicas en esa zona, sin embargo, detectaron la existencia de un edificio de culto con abside junto a un cementerio, cuya construcción podría restringirse entre finales del siglo VI e inicios del VII d.C. Se supone que había una presencia bastante difusa de estructuras eclesiásticas en el espacio urbano: fuentes diplomáticas del año 1080 mencionan, efectivamente, la presencia dentro de los muros (área que se corresponde aproximadamente al casco histórico actual) de siete edificios religiosos, entre iglesias y monasterios, además de la catedral.
La ciudad de la antigüedad tardía y de la Alta Edad Media.
La economía: producción, comercio y consumo
La economía de la ciudad y del territorio en la antigüedad tardía parece ser aún bastante sólida, basándose en una producción agrícola próspera, atestiguada por el hallazgo de numerosas villas rurales, además de la producción de la púrpura. El hallazgo de cerámicas importadas de África (vajilla de tierra sellada, cerámicas de cocina, lucernas, ánforas) y de oriente (vajilla de tierra sellada, cerámica de cocina, ánforas) demuestra que se consolidaron rutas nuevas hacia el norte de Túnez desde el siglo IV hasta la primera mitad del siglo V d.C. y hacia el Mediterráneo oriental (en particular hacia la zona de la Turquía actual) desde mediados de los siglos V-VI d.C.; el hallazgo de fragmentos de cerámica de Pantelleria, si bien pequeñas cantidades, confirma aún más el papel estratégico del puerto urbano. Además, hay también producciones locales, como atestiguan las cerámicas comunes para cocinar, ácromas y pintadas de rojo o marrón, de manera uniforme o con motivos geométricos que forman parte de la tradición productiva típica de Italia del sur y que algunas veces son verdaderas imitaciones de los productos importados, los moldes de lucernas y los residuos de los hornos.
Los datos arqueológicos útiles para reconstruir la economía urbana del período de la Alta Edad Media en cambio, son limitados. Sin ambargo, se logra recabar algunos elementos de las fuentes escritas; el redactor anónimo de Chronicon Salernitanum, relatando la expedición de los longobardos en el año 839 d.C., describe una ciudad concurrida y rica, con tabernas y mercados repletos de alimentos y vino de calidades diferentes y donde se exponen a la venta numerosos objetos, como la vajilla. Aquí los libertadores fingían ser mercaderes para pasar desapercibidos. El monje franco Bernardo, en cambio, en su itinerario jerosolimitano (870 d.C. aprox.) cuenta que se embarcó en Tarento hacia Tierra Santa y que en el puerto vio a 9000 esclavos cristianos de Benevento hacinados en los buques, documentando así un comercio que consta también en otras fuentes hagiográficas; el mismo autor recuerda, además, que salparon dos barcos con destino al norte de África y dos hacia Trípoli en Siria.
Candil tripolitano, siglo IV-VI d.C.
La ciudad de la antigüedad tardía y de la Alta Edad Media.
Una encrucijada de pueblos a menudo en guerra: Bizantinos, Longobardos, Árabes y Judíos
La multiculturalidad de la ciudad, documentada arqueológicamente en especial con objetos importados y con estelas funerarias con inscripciones en griego, latín y hebreo halladas en el cementerio judío de Montedoro, se desprende también de las fuentes escritas, en las que los contactos con frecuencia no parecen ser de paz. Como informa el cronista Procopio de Cesarea, el puerto urbano es el centro de operaciones militares durante la guerra gótica y en el año 546 d.C. el general bizantino Juan entra en la ciudad; en el año 663 d.C. desembarca el emperador Constante al mando del ejército bizantino, que se enfrenta a los Longobardos de Benevento, cuya presencia en Tarento perdura hasta la ocupación en el año 840 d.C. por parte de los sarracenos. A partir de este momento y por casi cuarenta años, los árabes controlarán las rutas marítimas del mar Jónico garantizando, de todas formas, continuidad a los flujos de los peregrinos a Tierra Santa. La reconquista bizantina sucesiva en el año 880 d.C. se caracterizó por la venta de una parte de los pobladores esclavizados; se replobó la ciudad con personas procedentes de diferentes sitios del Imperio, entre ellos del Peloponeso.